dimecres, 11 de novembre del 2015

Miguel Delibes: La hoja roja

L'autor




Nascut el 17 d'octubre de 1920 a la ciutat de Valladolid, va estudiar dret i comerç, va ser catedràtic de Dret Mercantil i periodista. Després de treballar com advocat en el sector bancari i com a caricaturista, passà a ser redactor del diari El Norte de Castilla. Estant a la redacció d'aquest diari publicà la seva primera novel·la el 1947, La sombra del ciprés es alargada, amb la qual va guanyar el Premi Nadal de novel·la. Gràcies a aquest guardó Delibes inicià una llarga carrera literària, on hi és present la vida quotidiana, la naturalesa, la caça i l'aversió a la guerra. El 1958 fou nomenat director de El Norte de Castilla 

Amb Las ratas, publicada el 1962, construïda a partir d'una successió d'anècdotes autobiogràfiques en les quals s'evoca l'ambient rural d'un poble castellà desaparegut i, sobretot, Cinco horas con Mario (1966), considerada la seva obra mestra, llarg monòleg de Carmen, una burgesa de dretes i mentalitat molt estreta, davant el cadàver de Mario, professor d'institut i d'ideologia esquerrana, aconsegueix l'èxit. Fora dels seus continguts existencials, la novel·la és una furiosa sàtira de la mediocritat de les classes mitjanes sorgides a l'empara del desenvolupament econòmic durant el franquisme. 

El 1979 ingressà a la Reial Acadèmia Espanyola.Amb Los santos inocentes, publicada el 1982, novel·litza la degradació d'una família de pagesos explotada per uns cacics rurals. Aquesta novel·la el refermà en la seva posició de ser un dels autors més prolífics, i apreciats, de la literatura castellana. La novel·la es convertí en un èxit de vendes i fou adaptada al cinema sota la direcció de Mario Camus amb notables interpretacions d'Alfredo Landa i Paco Rabal.El 1998 va sorprendre l'edició de El Hereje, amb el qual va guanyar el Premi Nacional de narrativa de les Lletres Espanyoles, una novel·la històrica sobre la persecució dels luterans per part de la Inquisició espanyola al segle XVI. 

Va morir a Valladolid el 12 de març del 2010, als 89 anys. 

Entre els molts premis rebuts destaquen el Premi Nacional de les Lletres Espanyoles el 1991; el Premi Cervantes de 1993, màxim guardó de les lletres castellanes; i el Premi Príncep d'Astúries de les Lletres el 1982, juntament amb Gonzalo Torrente Ballester.

L'obra

(Extret de http://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/delibes/obra/obra_05.htm)



Situémonos, para empezar, en esa noche en que se jubila Eloy, el anciano protagonista de la novela. Tras medio siglo de trabajo en el Departamento de Sanidad, el festejo que organizan ante su marcha es bien poca cosa, sobre todo si se advierte el desinterés de quienes asisten a él. Tras el adiós, previsiblemente, llega el vacío, la sensación de ausencia, y sobre todo, la idea de que las manecillas del reloj no han de seguir girando por mucho tiempo. Ese periodo, todo sea dicho, es particularmente intenso y decisivo para Eloy, cuya única compañía fiel es Desi, la joven pueblerina que le atiende en las tareas domésticas. En torno a este par de personajes deambulan otros de no menor interés: Leoncito, el hijo desagradecido y egoísta; Isaías, amigo de Eloy; y Picaza, el violento bribón con quien Desi pretende casarse y que acabará en la cárcel. Al final, puesto que la soledad incumbe tanto al viejo protagonista como a su criada, él le hace una propuesta que puede atenuar el desconsuelo: un matrimonio de conveniencia, sin otro fin que buscar el beneficio común; esto es: la compañía para Eloy y el hecho de que, a la muerte de éste, ella reciba la pensión de viudedad. Al fin y al cabo, cuando el jubilado plantea ese propósito a Desi, le confiesa algo que resume toda la enjundia de la novela: «Tendrás estorbo por poco tiempo, hija. A mí me ha salido ya la hoja roja en el librillo de papel de fumar» (Los estragos del tiempo, ed. definitiva deEl camino, La mortaja y La hoja roja, col. Mis libros preferidos, vol. i, prólogo de Giuseppe Bellini, Barcelona, Ediciones Destino, 1999, p. 474). 

A pesar de que hoy figura entre los títulos que han de ocupar cualquier biblioteca de literatura española contemporánea, La hoja roja llegó al público tras curiosas vacilaciones. Cabría resumir tales dudas reproduciendo esta carta fechada el 14 de febrero de 1959, y remitida por Delibes a su editor, Vergés. «Me da la impresión —escribe— de que La hoja roja no te ha llenado. Yo, en mi perpetua vacilación, no sé ya qué pensar del libro. He meditado sobre el título. Sospecho que la dificultad tuya proviene de la cuestión personal que tenéis los catalanes con la “jota”. Para un castellano, la cacofonía deliberada no le va mal, incluso puede ser un aliciente. De todos modos, he pensado que La antesala o La sala de espera, resume también la idea del libro» (Miguel Delibes, Josep Vergés,Correspondencia, 1948-1986, Barcelona, Ediciones Destino, 2002, p. 178). 

A pesar de que la síntesis que ofrecíamos más arriba puede dar la idea de que se trata de una narración angustiosa, muy inspirada en el desarrollo de la pesadumbre del jubilado, lo cierto es que el tono de la obra desmiente esa sospecha. Como ya dijo Edgar Pauk, el significado de la pieza quedaría destruido de haber en ella amargura. Lo mismo en su inicio y desarrollo que en el inesperado remate, es la ausencia de aflicción «lo que caracteriza a la Desi y Eloy, ambos víctimas de vidas y eventos difíciles y tristes, pero ambos personajes llenos de calor humano y de positiva vitalidad, quienes al final pueden juntar sus dos calores para calentarse mutuamente» (Miguel Delibes. Desarrollo de un escritor, Madrid, Editorial Gredos, 1975, p. 71).


Como en todas sus demás obras, el escritor vallisoletano nos hace ver el conjunto de cualidades de cada personaje a través del modo que éste tiene de expresarse. Es verdad que en la mayoría de los diálogos el punto de tangencia con la auténtica oralidad del pueblo es un elemento obvio. Pero no es menos cierto que ese afán realista, cuyo valor ha sido destacado por su riqueza estilística y su minuciosidad, tiene un profundo valor humano, pues arrastra episodios de enorme emoción. «Los personajes de Delibes —escribe Francisco Umbral— están siempre presentes porque hablan como son, se definen por lo dicen y, sobre todo, por cómo lo dicen. Yo creo más en el significante que en el significado. Opino que lo que configura una novela es el significante, más que el significado. Y el significante es riquísimo en Miguel Delibes. Y con ello consigue, precisamente, lo que yo llamaría un realismo convencional, que eso es para mí el arte» («Drama rural, crónica urbana», en Miguel Delibes. Premio Letras Españolas 1991, Madrid, Ministerio de Cultura, Dirección General del Libro y Bibliotecas, Centro de las Letras Españolas, 1993, p. 71).

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